La producción y comercialización de armas de fuego ha ido avanzando al mismo ritmo y con la misma velocidad que le ha impuesto la creciente demanda de una parte de la sociedad caracterizada por la necesidad de ejercer el control de otros seres humanos a través de métodos coercitivos o por conducto del empleo de armas de fuego.

La consolidación de regímenes políticos sustentados en el militarismo, la preminencia de cuerpos de seguridad pública que privilegian el uso de armas de fuego para sus tareas y la voracidad de las organizaciones delincuenciales que requieren para sus actividades ilícitas un constante flujo de armas y municiones, se suman a la seducción que a algunas personas les produce el ejercicio del poder mediante el uso de las armas; todo ello constituye un atractivo que permite comprender parte de la problemática derivada del comercio de estos artefactos.