Núm. 196. La falta de oportunidades como factor coadyuvante para la integración de jóvenes en el crimen organizado
En las últimas décadas la sociedad mexicana ha manifestado que una de sus mayores preocupaciones, sino es que la principal, es el cuidado del orden y la seguridad. Aún por encima de otros asuntos igual de importantes, como el bienestar social o los problemas económicos. En 2011 el inegi publicó un documento titulado Seguridad pública y justicia 2010, el cual, en términos generales, arroja cifras que podrían calificarse como preocupantes y que, además, nos llevan a la conclusión de que México festejó su año bicentenario en medio de una crisis inédita de seguridad pública. Si se pensara el país que había hacia la década de 1960, con un crecimiento económico sostenido y una estabilidad que no existía en otros países latinoamericanos, el temor por la inseguridad física en las calles no era un tema que le quitara el sueño a la población.
Tanto en México como en el resto de América Latina, la delincuencia se convirtió en una de las mayores preocupaciones de la ciudadanía. Los primeros visos de criminalidad desbordada y paranoia social nos remiten a la década de 1980; desde entonces, este problema demostraba ir a la alza. Las razones son varias y el espacio disponible para explicar el mosaico de causas que alimentan el delito y la violencia urbana desviaría los fines de este trabajo. Dada la extensión de éste último y la cantidad de temas que se interrelacionan con él, sólo me remitiré a plantear dos factores que, para algunos especialistas y estudios cuantitativos, propician la adhesión de jóvenes a las redes del crimen organizado o la delincuencia común: el desempleo juvenil y la deserción escolar. Podrá decirse, sin lugar a dudas, que tal fenómeno engloba más variables. Por lo pronto, sólo buscamos dar una panorámica general que ponga el tema sobre la mesa.